lunes, 3 de mayo de 2010

Abuelo


No podría esperarse que una niña tan pequeña fuera a despedirte al funeral. Sin embargo me gustaría haber estado allí, quejarme por la celebración de una misa en lugar de un entierro laico como tú habrías querido, emocionarme al escuchar allí la Internacional, arriba, parias de la tierra, alzar el puño con lágrimas en los ojos sintiendo que tú me lo sujetas, como levantándolo por ti, que desde entonces no pudiste volver a levantarlo. Puño en alto, como llegué al mundo según me han dicho- "¡ha salido a su abuelo!", bromearían en el hospital.
Me apena no haber podido disfrutarte. Nací tarde, cuando las manchas marrón café ya se habían extendido por tu piel y la enfermedad te había consumido. En poco tiempo quedaste relegado a una silla de ruedas, más tarde postrado en una cama. Así te recuerdo. La voz te temblaba, también las manos, y la vista te fallaba- "yo ya soy muy viejo para eso", me dijiste cuando te pedí que me leyeras un cuento (es uno de los recuerdos más nítidos de mi infancia). Cómo me habría gustado aprender de ti y hacerte mil preguntas. ¿Qué es ser un rojo? ¿Qué hiciste mal para que te metieran en la cárcel? ¿Quién es ese hombre del busto que tienes en la estantería? Con el tiempo obtuve respuestas, claro está, aunque me hubiera gustado descubrir ese mundo que asocio contigo a través de tus propias palabras e historias. Que me contaras qué era para ti la izquierda. Por qué no dudaste al coger las armas (¡cuánto habríamos discutido sobre esto!). Por qué decorabas tu cuarto con un busto de ese señor ruso, el tal Lenin. Hoy tengo que conformarme con tus memorias y lo que de ti me han contado- que no es mucho, pero sí bueno, y tal vez sea mejor no arriesgarme a ensuciar la imagen que tengo de ti. Me lamento sin embargo, por una vez, de ser la pequeña de la familia, por haberme perdido tantas posibles conversaciones, conocerte, conocernos. Crecer tal vez contigo como guía, ser más que sangre de tu sangre, también fruto de tu influencia, y que la gente pudiera asociarme a ti. Al viejito del labio caído y la piel manchada, con la sangre más roja que ninguna otra y el corazón tan a la izquierda que dolía, el pasionario, el hombre con suerte y orgullo al que la vida acabó echando una mano, al que todos vieron desaparecer tras la piedra grabada (Fausto Contreras Hervás) al compás de una melodía indisociable manando del espejo de tu carne, todos con el corazón en un puño, y tú desde arriba, desvaneciéndote aún, con el puño para siempre cerrado sobre el corazón.

Hoy que tanto se dice sobre huesos y franquismo, abuelo, ojalá los tuyos pudieran hablar todavía.

11 comentarios:

Secilla! dijo...

Increible.

Unknown dijo...

Aish...

Rafa dijo...

Cada vez escribes mejor. Escuchar el conflicto de boca de los que lo vivieron de carne, y no de/mente: se nos va escapando la memoria.

Marta dijo...

por desgracia muchos indeseables no quieren que muchos huesos, como los de tu abuelo, hablen.


Se pierde una gran parte de la historia sin ellos, historia viva que nunca llegaremos a conocer por sus voces.

Nisa dijo...

siempre se hecha de menos a alguien querido, y más si es un gran sabio, alguien que tiene muchas "batallitas" que contar de tantas cosas vividas. Yo aún tengo el leve recuerdo de cuando me quedaba atenta escuchándolas. Lástima no poder volver a recordarlas

June dijo...

Que bonito homenaje a tu abuelo :). Y estoy con Rafa, cada día escribes mejor.

Anónimo dijo...

Jo Ire, que sofocón!!!
No te tortures por ser la niña, yo era 7 años mas grande que tu y tampoco lo disfrute, no teniamos edad para entender esas cosas....
La verdad que solo te pueden quedar cosas bonitas de el, porque fue un gran hombre que lucho por sus ideales. Como se le echa de menos....

Anónimo dijo...

"...Pero hay los que luchan toda la vida; esos son los imprescindibles."

Por eso él sigue aquí entre todos nosotros y seguro que orgulloso de que lo mantengamos "vivo".

Kayl dijo...

Precioso el texto, me hubiera encantado conocer a tu abuelo y es
cierto, cada día escribes mejor.

Yma Sumac dijo...

El mismo día que escribiste esto hacía cuatro meses que...

No pudiste ser más acertada, y entonces di gracias a no sé bien quién o qué por haber podido disfrutar de mi abuelo casi veinte años.

Lo que se les puede llegar a echar de menos...

indiosyfaros@gmail.com dijo...

puff!, magnífica carta, eres un estratagema muy místico con tu estilo literario

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