jueves, 24 de junio de 2010

Cuando yo era pequeña, el mundo era maravillosamente tranquilizador, me imaginaba como Cenicienta o Piel de Asno y daba por sentado el triunfo de los buenos sobre los malos, el renacer de las huérfanas como princesas y la metamorfosis de los patitos feos en graciosos cisnes. Uno podía ser pobre y sufrir malos tratos por parte de una madrastra, pero algo de ingenio, virtud y algunas hadas salvaban siempre la situación. Bastaba con desconfiar de los lobos, dar gracias a enanos y cazadores, mirar más allá de las bestiales apariencias para descubrir un príncipe disfrazado, y el truco habría funcionado.

Más tarde, resultó que “érase una vez” y “vivieron felices y comieron perdices” eran sólo fórmulas que se pronunciaban para poner, por un breve instante, el mundo entre paréntesis. Sin embargo, seguí confiando en el orden que regía las ficciones. En esa materia, incluso cuando el asunto se complicaba, era siempre posible describir una trama, una apariencia de sistema que daba sentido a una sucesión de palabras o de imágenes: efectos de eco y de simetría, metáforas, símbolos, correspondencias… Pensaba que mi vida obedecía también a una lógica misteriosa, invisible aún, pero que algún día se me descubriría. Y estaba segura de que alimentarme de historias me ponía en el buen camino, de que desarrollaba mi capacidad para comprender el funcionamiento de las cosas, para captar su oculta armonía. Veía en las ficciones otros tantos hilos de Ariadna que me permitirían salir, algún día, de los meandros de lo real.

La princesa y el pescador, Minh Tran Huy

4 comentarios:

Ana dijo...

me ha encantuflado
ea, ya me has dado otra cosa que leer este verano xD

Nisa dijo...

esa mujer aparenta tener nombre de CHIIIINAAAAAA

:)

Rafa dijo...

¿Y sirven esos hilos?

Miguel Cobo dijo...

Ariadna siempre nos proporciona un hilo del que tirar, alguno para tejer y -seguro- otro más para enredarnos. Tu interesante texto, me proporciona el hilo que me lleva de un clásico a otra versión desoladora del mismo. A mí me encantan estas mutaciones, no sé si a ti. En fin, este es el texto:

BLANCANIEVES SE DESPIDE DE LOS SIETE ENANITOS
Prometo escribiros, pañuelos que se pierden en el horizonte, risas que palidecen, rostros que caen sin peso sobre la hierba húmeda, donde las arañas tejen ahora sus azules telas. En la casa del bosque crujen, de noche, las viejas maderas, el viento agita raídos cortinajes, entra sólo la luna a través de las grietas. Los espejos silenciosos, ahora, qué grotescos, envenenados peines, manzanas, maleficios, que olor a cerrado, ahora, qué grotescos. Os echaré de menos, nunca os olvidaré. Pañuelos que se pierden en el horizonte. A lo lejos se oyen golpes secos, uno tras otro los árboles se derrumban. Está en venta el jardín de los cerezos.

Así se fundo Carnaby Street (1970)

Leopoldo María Panero

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