Me cuesta mucho recordar, cada vez más. ¿Cuántos años hace hoy que te regalé aquella camiseta? Los suficientes para que me haya dado tiempo a renegar, a aborrecer, a echar en falta, a mentir, a odiar, a necesitar, a volver a odiar, a sorprenderme, a esperanzarme, a comprender engaños, a sentirme una estúpida por ser, como siempre, la única que echa de menos. Tal vez no sea así, pero ¿qué puedes reprocharme tú, si nunca te he visto intentando convencerme de lo contrario? La historia de siempre. Paseos y risas, lágrimas, discusiones, empatías, salir del agujero... Un sinfín de recuerdos que has querido ahogar en una ausencia tras otra... Ante mí, ni una mera sombra de lo que un dia fuiste; ante ti, el reflejo de lo que signifiqué desde el principio. Te debo... ¿qué te debo? Mucho. ¿Qué me debes? Tal vez una explicación que ya no quiero escucharte. Hay mejores cosas en que pensar. No merece la pena porque no mereces la pena, ya no. ¿Acaso puedo decir que te conozco después de tanto? Duele darse cuenta de que los malos pensamientos han eclipsado de forma tal a la suma de todas tus cosas buenas que ya ni recuerdo por qué significabas. No se puede echar de menos algo que ya se ha olvidado. Causa perdida desde el principio...
Sé feliz, porque creo que te lo mereces... aunque ya lo he dicho, no me acuerdo muy bien.
Y si me lees, no intentes hallar en este escrito ningún resquicio de rencor ni de dolor, hace tiempo que da igual. Todo aquello sólo es aquí tristeza sostenida que no deja de latir...
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