domingo, 19 de septiembre de 2010

Ana Banana.

























"Una pluma es mágica". La recuerdo susurrando esas palabras agazapada junto a mí, bajo un banco de este mismo parque. De eso hace más de quince años. Ya nadie la llama Ana Banana. Ahora es simplemente Ana, y no lleva gafas ni ese feo flequillo que antes le cubría media cara. Pero sigue estando un poco loca, y hace volar su imaginación transportándose a mundos lejanos, paralelos e improbables. A veces me dejo llevar por ella, otras prefiero mantenerme al margen. Tampoco ha abandonado esa manía odiosa de desaparecer de pronto gritando: "¡adiós!".
La pequeña Ana Banana me mira aún desde las fotografías viejas con su rostro alegre, casi siempre sucio de arena, las rodillas llenas de costras y el pelo enmarañado. Cuando la conocí yo era un niño enclenque y miedoso. Ella, una brujita aventurera y divertida a quien nada le asustaba. Seguía sus pasos tímidamente, intentando no quedarme atrás, pero siempre me acababa llevando ventaja. Es curioso. Ahora es ella la que parece quedarse relegada en el camino. Y sí que tiene miedo. Ha desarrollado un terror inmenso a cosas que jamás pensé que pudieran preocuparle a ella, que nunca temió al duende Cara de Tomate. Cosas simples, aparentemente inofensivas, como los sentimientos.
Nuestras citas en el parque son ahora muy distintas. Algunos días regresamos a los columpios, pero ya no necesita que la empuje con fuerza para llegar al cielo. Pisamos hojas secas y espantamos a las palomas de las plumas mágicas. Y cuando empieza a atardecer, coge su bicicleta y se marcha. "¡Adiós!".
Yo me quedo muy quieto viéndola alejarse. Me pregunto si regresará a por mí o me habrá dejado ya para siempre, como un día hizo Ana Banana.




Fotografía de Rodney Smith.
Texto basado en el cuento infantil Ana Banana y yo de Leonore Blegvad.

2 comentarios:

Ana dijo...

Yo sabía que te gustó que lo leyera en voz alta xD

marta pug dijo...

banana split

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