El torbellino se desataba. Había nacido para mirarles a todos desde un escenario. La veían crecerse con cada sacudida acústica. La potente luz directa de uno de los focos hacía brillar intensamente sus pupilas. Era una bestia, era el demonio, era el puto centro del universo. Era el espectáculo, porque en aquel su música era lo más susceptible de pasar desapercibido, y ella lo sabía, lo supo desde el principio, yo no canto, tampoco sé tocar esta guitarra barata por mucho que me veas rasguear las cuerdas, pero sube el ampli, que suene más fuerte, da igual si se acopla, este es mi show, yo voy a ser el show cada noche. Tal vez no le habían enseñado a seguir el compás de la música, pero iba en sintonía con un mundo que tenía los ojos puestos en ella. La vanidad era su droga favorita. Habría vendido el alma por pasarse la vida siendo aquella versión mejorada de ella misma y no bajarse nunca del escenario, esquivando el terror de hacer frente de nuevo a un mundo que la ignoraba. La diosa de luces devenía en diosa banal y mate sin los ojos asombrados de una multitud histérica. Una diosa caída, vestida de normal, a la que nadie rezaba ni ponía velas ni soñaba ver desnuda.
Foto: Mürfila (de su Facebook)
7 comentarios:
Magnífico. Me encanta. Y la foto es super ilustrativa. Genial.
le está dando mimitos a su guitarra XD
Porque Tyler Durden ganó a Cornelius ... o como se llamase ese tío.
Mürfila es un puta mierda, pero el texto mola.
Adrenalina escénica a tope.
Ya lo decía Urquijo
(pero cómo explicar que me vuelvo vulgar, al bajarme de cada escenario...)
Jooo Irene, no se si es tu texto o las copas que llevo pero no me entero de nada.
Prometo comentarlo mañana.
creo que hay que nacer sin verguenza ni corte ni miedo hacer el ridículo para subirse a un escenario... yo no podría lo tengo todo junto.... y canto fatal!
Pues si... eran las copas. Además acaba de leer en uno de los periódicos atrasados algo de Shakira que me lo ha recordado.
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