No se me olvida el olor de tu champú mezclado con el de mi Lucky Strike, la fragancia que destilaba la almohada a la mañana siguiente, las ventanas abiertas de par en par, en un verano en el que septiembre irrumpió casi por sorpresa, mojando sin compasión la tierra del descampado, detrás de mi casa. Sonrío a veces -otras casi lloro- cuando me vienen a la mente tus muecas mal disimuladas al beber de mi vaso de whisky, cuando fingías que te gustaba y arrugabas la nariz. Tus manos, frías como siempre, con las uñas mal pintadas; los ojos rojos de tanto vivir entre humo. No nos gustábamos para hablar, lo sé. Dosificábamos las palabras. Siempre estábamos de acuerdo en sustituir las conversaciones por Salitre 48. Desde la ventana observabas con atención la levedad de los cambios del viento, que cuando se hacían bruscos te arrastraban de pronto a una esquina del cuarto. Y muy asustada, con el pelo tapándote la mitad del rostro, pedías que pararan de una vez. Yo, por toda solución, echaba la persiana y nos quitaba la ropa.
Siglos después de la última tarde me asaltó una revelación. Que te veías dibujada en aquellas ventiscas, demoledoras para un alma gastada de perdonar. Yo nunca supe entenderte. Causa y consecuencia, pienso ahora. Ya no fumo, bebo té helado. Mi almohada no huele a nada.
Nunca supe entenderte.
4 comentarios:
a veces es mejor no entender a las personas, solo tenemos que quererlas u odiarlas con todas sus virtudes o defectos!
Un papel! que puede ser muy importante o no! Ya veré! PD: A mi me gustas tu guapa!
La ausencia de olor es horrible. Es por eso por lo que cambio las sábanas muy de cuando en cuando, y no tanto porque sea un guarro.
Nadie entiende a nadie y mucho menos comprende...
Quitarse la ropa... ¿Existe una solución mejor a los problemas?
En fin... me alegro de que haya dejado de fumar, ha perdido el olor de la almohada, pero ha ganado en liquidez.
Un saludo
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