jueves, 2 de febrero de 2012

Sobre la Memoria Histórica.


A mí no me gusta hablar sobre política excepto desde mi sofá, viendo el telediario. No alzo la voz para imponer mi opinión sobre la de los demás, prefiero escuchar, contrastar y pulir ideas. Por eso nunca hablo de política aquí. Por eso tampoco voy a hacerlo hoy.
La Memoria Histórica no es una cuestión de ideologías ni de bandos, ya no. Apela al sentido común y al corazón. Corazón es algo que tenemos todos, o eso me gustaría creer. Cuando alguien me habla desde una ideología determinada, desde un discurso político bien ensayado, incluso desde la indiferencia más absoluta, y me dice que la guerra civil y el franquismo ya son solo el tema 9 de un libro de Historia de España, y me dice que dejemos tranquilos a los muertos, y que rascar en el pasado solo lleva a reabrir heridas, yo no tengo más remedio que hablarle desde el sentido común y el corazón de una persona que tal vez no tenga familiares enterrados en fosas comunes, pero que bien podría haberlos tenido. Le digo que se despoje de dogmas y de argumentos vacíos aprendidos de carrerilla, y que razone. Es tan simple que incluso me avergüenza ponerlo por escrito: hay gente, gente de los dos bandos, incluso gente que no era de ningún bando, que perdió a sus seres queridos en una guerra horrible -por fraticida, más horrible que las guerras horribles normales- y en los sucesivos años horribles de dictadura. Esta gente quiere saber dónde enterraron a sus padres, hermanos, tíos y abuelos. Los borraron de sus vidas, eso es algo muy feo. Nadie puede pretender que además se les imponga ser borrados del recuerdo.
Luchar por algo Justo -pocas veces puede decirse que algo sea Justo, así con mayúsculas- no es reabrir heridas, porque esas heridas no se han cerrado nunca. El 'pacto de silencio', ese olvido y perdón a regañadientes, ha sido una tirita que no ha servido para curar un corte tan profundo; al contrario: protege la herida sin dejar que sane. No es una cuestión política. No es una diatriba de rojos contra fascistas, ni mucho menos. Durante esos años del horror todo el mundo perdió a gente. No son ideologías, sino personas, las que tienen enterrados a sus muertos quién sabe dónde. Y queda poco tiempo: los hijos de los muertos de las fosas se hacen mayores, algunos mueren y dejan esta lucha en manos de los nietos, cansados, desilusionados, contagiados del pesimismo del tiempo que les ha tocado vivir. De sentido común, y no de testadurez ni de amor por la polémica, es el derecho de esas personas a saber y a recuperar. Cuando me hablan desde la ideología aprendida, desde el repudio más incomprensible, y me dicen que esa gente es incapaz de olvidar y aceptar que una guerra es una guerra, y que en las guerras pasa esto, yo desde el sentido común les pregunto: ¿y por qué hay que aceptar eso?
Mi abuelo, comunista, no está en una fosa. Descansa en el cementerio de San Rafael. Sus familiares y amigos pudieron darle el entierro que desearon. La democracia permitió que en aquel funeral sonara La Internacional sin que nadie tuviera que salir corriendo apaleado por los grises. Mi abuelo no está en una fosa, pero podría estarlo. Si lo estuviera, por supuesto que querría sacarlo de ella. No para abrir heridas ni para llevar la contraria a nadie, ni para resucitar los odios de una España dividida todavía; solo para levantar su dignidad y salvaguardar su recuerdo. La memoria histórica no es tanto una cuestión política, ni mucho menos una cuestión de izquierdas, como una cuestión humana. Lo triste es que dentro de 40 años ya nadie hablará de ella. Y si para entonces las fosas siguen cerradas, muchos nos moriremos aún con nuestras heridas sangrantes.


7 comentarios:

Secilla! dijo...

Cuanta razón...

Kayl dijo...

No me canso de decir que tus entradas están llenas de grandes palabras colocadas en el sitio más adecuado, pero esta es especialmente sensata y bella, dentro del marco horrible del tema. Hay que luchar porque esos recuerdos no se entierren en otra fosa, no se trata de tener un sitio donde llorar a tus fallecidos y llevarles flores, es un tema de dignidad y justicia, ya que es tarde para que los culpables paguen por sus actos, solo queda recuperar el honor perdido.

marta pug dijo...

Dignidad como personas que somos aunque no llendo muy lejos seguimos trantando todavía a las personas como simples cifras sea en el ámbio de la vida que sea:La cola del paro, la inmigración, etc. Si con personas aún vivas nos calificamos así ¿que no pasa entonces con los enterrados en el recuerdo? Verdad triste la que nos ha tocado vivir, carentes del corazón que tu apuntas. Tarde de reflexiones

Pablo Herrera dijo...

Estoy completamente de acuerdo y me encanta esa división que haces entre política y sentido común. Da gusto leer cosas así. Ojalá el sentido común fuese más común.

Miguel Cobo dijo...

Ni una razón te falta ni una palabra sobra.
Que no prevalezca la verdad machadiana tatuada sobre el alma de los españolitos: "Una de la dos Españas ha de helarte el corazón".
El tuyo late digno y sereno.El que la da sentido a la Memoria.
Un beso, Irene. Y enhorabuena.

ოᕱᏒᎥꂅ dijo...

pués habrá que buscar a los de los 2 bandos.... que también los hubo....

Miguel Cobo dijo...

"El que LE da sentido a la memoria", quise decir. Mi laísmo ocasional se debe a una errata: Doy fe.

Juana, los del otro bando no están en las cunetas ni en las fosas comunes. Me parece que Irene no va por ahí. En cualquier caso, nunca más un enfrentamiento fratricida. Pero los familiares que quieran enterrar dignamente a sus muertos están en su derecho. Los testimonios que se han escuchado en el incomprensible "juicio" a Garzón hablan por sí mismos.

Mis respetos a todos.

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